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jueves, 23 de abril de 2015

Porque somos lo que leemos ...

Porque somos lo que leemos, yo hoy soy LA GUERRA DE LOS BOTONES de Louis Pergaud.



SINOPSIS:


La guerra de los botones retrata la encarnizada y divertida rivalidad entre los chicos de dos pueblos vecinos: Longeverne y Velrans. Llena de planes y contraplanes, de asechanzas y emboscadas, de malicias y planchas, de furiosa enemistad y compañerismo, de cruces de insultos e improperios que llevan al lector en volandas. Esta novela es un retrato inolvidable de una edad que todos reconocemos, precisamente porque la evoca desde el punto de vista de sus jóvenes protagonistas, alguno de los cuales todos hemos sido, en mayor o menor medida, alguna vez.



PRÓLOGO Y CONTRAPORTADA:


Quienquiera que disfrute con la lectura de Rabelais, este gran y auténtico genio francés, creo que acogerá con gusto este libro que, a pesar de su título, no está escrito ni para los niños, ni para los adolescentes. ¡Qué asco de pudores (todos verbales) de un tiempo castrado que, bajo su manto hipócrita, no huelen a menudo más que a neurosis y a veneno, y qué asco también de los puros latinos: Yo soy un celta!

Por ello he querido hacer un libro sano, que fuera al mismo tiempo galo, épico y rabelesiano; un libro por el que corriera la savia, la vida, el entusiasmo y aquella risa, aquella enorme y alegre risa que debía agitar las tripas de nuestros antepasados: Ilustres bebedores y exquisitos gotosos.

Tampoco he temido la expresión cruda con tal de que fuera sabrosa, ni el gesto atrevido si era épico. He querido reconstruir un instante de mi infancia, de nuestra vida entusiasta y brutal de vigorosos salvajes, en lo que ella tuviera de franqueza y de heroísmo, es decir, liberada de las hipocresías de la familia y de la escuela. Es comprensible que para semejante tarea me hubiera sido imposible emplear solamente el vocabulario de Racine.

Mi excusa sería la preocupación por la sinceridad, si yo quisiera que se me perdonaran las palabras malsonantes y las expresiones violentamente adornadas de mis héroes. Pero nadie está obligado a leerme. Y después de este prefacio y del epígrafe de Rabelais que adornan la entrada, no concedo a ningún caimán, laico o religioso, en materia de morales, más o menos desagradables, el derecho a quejarse.

En resumen, y es mi mejor excusa, he concebido este libro con alegría, lo he escrito con voluptuosidad, ha divertido a algunos amigos y ha provocado la risa de mi editor: Tengo pues el derecho de esperar que gustará a los "hombres de buena voluntad" según el evangelio de Jesús y, por lo que se refiere a los demás, como dice Lebrel, uno de mis héroes, me importan un bledo.



OPINIÓN:


La guerra de los botones es una novela que leí hace muchos años y que disfruté con entusiasmo, a pesar de que por aquella época aún necesitaba hacer uso del diccionario para comprender algunas palabras incluidas en este libro. 

Louis Pergaud consigue meternos en la vida, tal y como la viven, los adolescentes de su historia, en una época concreta en la que la escasez de medios era el pan de cada día. Pero precisamente por eso lo que no les faltaba era imaginación. Mucha imaginación. Esta historia está contada en tercera persona y siempre desde la perspectiva de nuestros protagonistas, unos auténticos héroes de la época.

"Allí estaba Lebrel, el jefe, a quien aún se le llamaba el gran Lebrel; su primer lugarteniente Pardal o Pardillo, un trepador magnífico, llamado así porque no tenía rival a la hora de encontrar nidos de pardillos y porque en aquella región a los pardillos se les llama pardarles; estaba Gambeta de la Costa, cuyo padre, republicano de vieja cepa, el mismo hijo de la revolución de 1848, había defendido a Gambeta en los momentos difíciles; estaba Cuco, que sabía de todo, y Tintín, y Birolo el bizco, que se volvía de lado para poder mirar de frente, y Gulipao, de enorme cabeza; en resumen los más fuertes del pueblo, que estaban discutiendo un asunto muy importante".

Nuestros protagonistas son de un pueblo ficticio de la Francia oriental denominada Longeverne. En la panda de los longevernos había también cabida para Currutaco, los hermanos Chisteras (Granchís y Chiquischís) y algunos compañeros más que lucharán contra los rivales del pueblo contiguo, los velranos, para defender su honor, a capa y espada.




La historia está contada de forma que tú tomes parte activa en lo que va sucediendo, por supuesto apoyando a los longevernos, que como decía tienen pocos medios pero mucha imaginación. Y como esto es una guerra pues tendrán que planear cuáles serán los pasos siguientes, quiénes serán los líderes, cuál será su estrategia, y por supuesto, qué quieren conseguir con esta lucha.

El autor consigue presentarnos una magnífica ambientación de la época. Recrea los años en que la ropa que se llevaba era la que se tenía, en la que la comida era la que se ponía en el plato, en la que los padres no contaban nunca nada a sus hijos ni les hacían partícipes de sus problemas y donde los hijos sólo debían obedecer a los adultos (padres, profesores, vecinos, etc). Por supuesto, también hablamos de una sociedad machista. El hombre es el que trabaja fuera y se encarga de traer el dinero a casa, un salario que la mujer tendrá que administrar y hacer malabares con él para llegar a fin de mes. Una época en la que primero se pega y luego se pregunta.

En La guerra de los botones encontraremos unas situaciones muy divertidas y unos diálogos muy realistas. 

"-¡Horca!

El gran Lebrel querría decir obviamente: Eureka. Había oído hablar vagamente de Arquímedes, quien había luchado en otros tiempos con lentejas".

Louis Pergaud logra con esos diálogos totalmente acordes a la historia que nos adentremos en ella sin dificultad, que nos metamos en la piel de los protagonistas y que les entendamos por completo tanto a ellos como a los objetivos que se marcan.

"-Nos han llamao cabrones, imbéciles, ladrones, cerdos, marranos, maricas, cagones, güevones..."

Se puede decir que La guerra de los botones es una forma de afrontar la vida de frente, sin tapujos ni rodeos, de saber que se tiene la oportunidad de conseguir algo y luchar por ello con uñas y dientes, o lo que haga falta como es el caso, y sobre todo de vivir y saborear la vida, porque esta lo merece. Eso mismo es lo que hace que no nos extrañe encontrar a unos jóvenes protagonistas que luchan por ayudar a sus amigos (con sus miedos y temores), por desarrollar su personalidad (y sentirse grandes de espíritu y mayores de edad), por disfrutar el día a día donde sus mayores tesoros son continuar al final del día con  la ropa sin manchas ni rasguños al volver a casa. Y esto no era fácil de conseguir, y no sólo por la lucha que mantienen Lebrel y su panda, sino porque en esta época los juegos de los niños no se realizaban con un ordenador, ni en una casa, sino en la calle, al aire libre y con amigos físicos a los que poder dar un coscorrón o un abrazo (dependiendo de la situación). Esto es algo que añoro hoy en día ya que habremos mejorado en muchas cosas pero los niños casi no tienen ningún sitio donde jugar. Los parques son para los más pequeños, en el paseo marítimo están las personas mayores, las calles están ocupadas por el tráfico, etc. 



Volviendo a La guerra de los botones, es un libro que al leerlo te hace sentir viva, con el que notas correr la sangre de tus venas, con el que vives las aventuras de los protagonistas y sufres sus éxitos y sus derrotas; es una historia donde se demuestra el compañerismo, la lealtad, la imaginación y las mentes tan despiertas que los seres humanos tenemos y cómo aprovechamos ese detalle para entretenernos, para mejorar, para sobresalir. 

Es un libro divertido, aunque es cierto, tal y como nos indica el propio autor, que hay multitud de palabras malsonantes, pero están dichas con estilo, con gracia y que salen de la boca de los protagonistas de forma natural. Con ello Louis Pergaud ha conseguido otra forma más de darle personalidad a estos personajes.

Y por último comentaros que este libro deja patente el cambio que sufrimos las personas desde la infancia hasta la edad adulta, y cómo terminaremos haciendo cosas que siempre pensamos que no se deberían hacer de esa manera. Para ello el refrán "cuando seas mayor comerás huevo" que todos habremos escuchado alguna vez. Nuestros protagonistas lo dicen de otra manera, pero el significado es el mismo:

"¡Y pensar que cuando seamos mayores seremos tan bobos como ellos!"

En definitiva, La guerra de los botones es un libro divertido, que retrata otro tiempo, ni mejor ni peor, pero que se echa en falta. Sus personajes son un poco rudos pero con los que te encariñas enseguida y tomas partido a su favor en todas sus victorias y derrotas. Es un libro muy recomendable.


Y porque somos lo que leemos, yo hoy soy LA GUERRA DE LOS BOTONES, por su entusiasmo, por su rebeldía, por su amistad y compañerismo, por sus ganas de vivir aunque se sufra, por sus ganas de superación y porque puestos a elegir una guerra, me quedo con la de los botones.



Si queréis más información sobre la iniciativa podéis pasar por el grupo Tarro-Libros creado en Facebook.



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